Él coloco sus
manos en mi cuello dejándolas subir por mi mandíbula y empezó acercar su boca
en dirección a la mía. Para mí era como que eso transcurriera en cámara lenta
Mientras su respiración se acercaba más y mas a mi boca, mi corazón latía como
el galope de un caballo desenfrenado. De pronto cuando sus hermosos labios
estaban a un milímetro de los míos, casi rozándolos en mi piel, recordé al
libro, no quería parecerme a ella; tan fácil ante este irresistible hombre que
atormentaba mis ojos de tanta belleza. Puse una distancia entre los dos
alejándome hacia el otro extremo del sillón y desenlazando sus manos de mi
rostro. Él quedó impresionado ante este movimiento. Estupefacto me miró lo
acababa de rechazar y eso el jamás lo había experimentado, según E.L James las
mujeres lo deseaban y no habría una en el mundo que se le resistiera. Pero
estaba segura que si yo me demostraba diferente lo volvería locamente
desesperado por mí, su atracción sería mucho más fuerte que la de él hacia
Anastasia. Es mi deseo, lo traje yo a la vida por lo cual me corresponde ser yo
misma ante él y hacer lo que yo quiera.
Sus manos
quedaron el aire cuando hacía el intento de objetar una palabra, con sus ojos
abiertos de impresión me miró airado, su rostro había cambiado a uno
verdaderamente molesto e incomodo. No podría describir su mirada porque era
única en él. Por un minuto su mirada no podía apartarse de la mía como si
tratara de hablar con ella y pedirme explicaciones del porque de mi rechazo pero permanecí seria
con mis gestos sobrios pero su rostro se transformaba severamente.
Rompí el
silencio.
― ¿Estas
enfadado conmigo? ―
pregunté.
Sus ojos no
se apartaban de los míos, su mirada era severa pero tenía un toque de
confusión.
― No lo sé.
Es extraño esto, nunca me habían rechazado― articuló.
Inspiró aire.
― ¿Por qué lo
hiciste? ― preguntó
serio. Me levanté del sillón para poder explicarle, estaba nerviosa, mis
pensamientos estaban susceptibles a lo que ha pasado durante las últimas horas.
Me toqué las manos una con la otra y saqué aire para hablar.
― No quiero
ser como Anastasia, quiero gustarte por lo que soy y no por el sexo que te
pueda ofrecer. Esta es la vida real, aquí cualquier mujer es real― objeté a mi
defensa.
Él me miró
confundido y perplejo, abrió sus labios en una pequeña “O” para exhalar el
aire. Se preparó para levantarse y luego de esto sus pasos llegaron en
dirección mía lentamente para quedar a medio metro de mí. Alcé mi mirada, pude
detallar lo alto que era, apenas podía llegarle por el cuello. Mientras que lo
detallaba, su mirada apuntaba como un revólver, intimidante e inquietante hacia
mí.
Suspiró.
― Me trajiste
a la vida, ahora pertenezco a ti―suspiró nuevamente―.
Bajé mi
mirada tratando de buscar palabras para esto. Su mano tomó mi mejilla y la alzó
y quedé viendo sus hermosos ojos grises.
― Entonces,
desea que me vaya y me iré― dijo. Su voz
era de resignación.
No podría
desear que se vaya, quiero tenerlo para siempre y realmente no tenía idea de
cuánto tiempo podría tenerlo conmigo. Pero tenía debía hacer que pensara
diferente hacia mí―oh, vaya como si un personaje de ficción pudiera interesarle
lo que piensan los demás―. En ese momento me pregunté porque con tan solo
desear podía lograr esto. Dejando mis pensamientos atrás le respondí.
― No quiero
que te vayas.
Su mano tomó
la mía y su delicadeza conmigo podía sentirla mediante su piel, su calor.
― Entonces
necesito que me hagas sentir que soy bienvenido a este mundo―respondió.
¿Cómo podría
hacerlo sentir bienvenido sin tener que objetar alguna palabra referente a lo
mucho que lo deseo?
― Quédate
conmigo―supliqué.
Sonrió y su
mano dejó la mía.
― Explícame
como actúa este mundo en el que llegué.
Di un paso
hacía él y me contuve de besarlo. Le pedí que se sentara para poder explicarle
lo realista y básico que era este mundo. Le expliqué también que esta ciudad no
era Seattle, su lugar de origen.
―Estás en el
Estado de Michigan, en Detroit―le expliqué.
Sonrió.
― Mi creadora
nunca me agregó conocer este Estado―vaciló.
Los dos sonreímos.
― Entonces
¿Qué se siente ser un personaje sacado de un libro? ―pregunté.
Quedó en
silencio por un momento sin apartar sus ojos de los míos. Su mirada derretía
como la mantequilla a fuego lento.
― Debería
preguntar que se siente ser humano.
Reímos ambos
al mismo tiempo. Su mirada seguía sin apartarse de mí. En ella sentía
curiosidad por lo que yo era y como habitaba en este mundo cruel. Bajé la
mirada y la volví hacia él en un segundo.
― Es
complicado―sonreí― tienes que sobrevivir a pesar de que el mundo fantástico de
un libro puede pasar lo que su creadora desee por ello, ustedes, los personajes
de ficción, son muy privilegiados.
Sonrió.
―Para
sobrevivir en este mundo real debes leer un libro―agregué.
Su mirada se
contuvo por un momento para pensar en lo que había objetado.
― ¿Por qué?
―preguntó curioso.
Mis ojos se
movían de un lado a otro buscando la forma de responder esa pregunta.
―Este mundo
está lleno de maldad. No es como el mundo de un escritor, puedes matar a tus
personajes si así lo deseas, todo depende de cuán oscuro sea tu corazón―reí ―
aún así la maldad de este mundo puede influir en el de ficción. Cuán sangriento
seas lo reflejarás en tus libros―agregué.
―Entonces, si
mi escritora tuviera un corazón oscuro ¿podría haberme matado?
―No
exactamente, todo depende de lo que quiere hacer realidad mediante un libro.
Porque ese es el motivo del escritor,
llevar lo irreal a lo real.
Llevar sus pensamientos a una realidad llamada “libro”.
Su mirada se
perdió en las palabras que expresé y manifestó más curiosidad por lo que le
había explicado. Esta conversación era muy amena para mí, el hablar de libros,
mundos paralelos era tan fácil y dinámico para mí, y lo mejor, con un personaje
de ficción.
―Cuando leí
que te habías perdido en Charlie Tango, lloré―agregue interrumpiéndolo en su
meditación.
Él volvió sus
ojos nuevamente hacía mi.
―Habría dado
un dólar por ver ese momento―dijo con voz cautivadora.
Los dos
reímos.
―Me has
cautivado― confesó.
Tragué
saliva. ¿Podía este hombre ser más encantador? ¡Gracias E.L James! Mis mejillas
ardieron con todo el poder que tenía su encantadora mirada.
― Eres más
suave y tierno que el Christian de los libros.
―Creo que fue
la metamorfosis que mi creadora hizo que tuviera―contestó―Me liberé.
―Oh, ya
entiendo. El último libro es “Cincuenta Sombras Liberadas”.
―Exacto, en
ese último libro se desató cada sombra en mi alma. Una por una. No fue fácil,
pero lo hice.
Quedé
fascinada por lo último que dijo. En sí este hombre era perfecto con sus
errores al principio pero para cada mujer y para mí, un hombre que haya matado
sus demonios siendo imperfecto pero encantador se volvía perfecto ante los ojos
de cualquier mujer deseosa de tener un hombre perfecto.
Suspiré hondo
cerrando y abriendo mis ojos lentamente.
― Sigo sin
entender como pude traerte a la vida―cambié el tema.
―Ya te lo
dije, deseas y lo obtendrás―musitó.
¿Como con tan
solo desear pudiera lograrlo? Si así fuera, cada mujer que leyera un libro y
suspirara podría volver a más de un personaje a la realidad.
―Pero… si
fuese así, habría mil personajes vueltos a la vida por cada lectora o
lector―murmuré.
―Eso no lo
sabes― dijo con una sonrisa encantadora.
Seguí
pensando que eso sería una incógnita de por vida para mí. Jamás lo explicaré.
― Solo debes
buscarlo dentro de ti, allí podrás encontrar las respuestas que buscas―agregó
sacándome de mis pensamientos.
Nadie podría
explicarlo mejor que él.
―Cuéntame de
ti―él estaba pidiendo información sobre mí. No podría resistirme a eso.
Tímidamente
lo miré y agaché la mirada para ocultar mi timidez, ¿qué le diría a este hombre
guapo de mi?
―Pues….―hice
una pausa, los nervios me estaban traicionando― tengo veintiún años y vivo sola
desde que mis padres se fueron a otra ciudad, yo decidí quedarme aquí en
Detroit. Me envían dinero mientras que consigo algún trabajo, pero deseo
estudiar.
― ¿Que
quieres estudiar?―preguntó.
―Literatura―respondí.
Abrió sus
ojos en señal de sorpresa. Claro, había semejanza con su esposa en la ficción…
o tal vez esa palabra también llegara a la vida real. De solo pensarlo me
desilusionaba, aunque era algo estúpido todo esto, celosa de una mujer de
ficción.
―Wow―expresó.
―Eso explica
mi pasión por los libros―le expliqué.
Sonrió.
―Personas
como yo viven de fantasías en un mundo en el que todo se puede y no viven en el
mundo real―añadí―no hay nada mejor que el olor de un libro y el sonido de un
teclado disparando ideas por doquier.
―Por eso
llegué aquí―dijo.
― ¿En qué
forma lo dices? ―inquirí.
―Llegué aquí
porque tú sabes creer y nadie puede impedirte creer―respondió.
Muy buena su
respuesta. Creo que Christian Grey podría ser un motivador personal. Pensé.
―Oye, eres un
buen motivador personal―bromeé.
Sus dientes
salieron a relucir por la sonrisa que
pude arrancarle de sus hermosos labios. Me estaba acostumbrando a esta idea de
volver a la vida aquel personaje en la que moría y era mi único motivo de
entrar al libro como una alberca y yo clavándome hacía ella. Si escribiera esta
historia más de uno compraría mi libro, porque era una historia diferente, algo
distinto a lo que se ve, estaba vez el lector estaría enfrentándose al
personaje cara a cara con él. Sería hacer realidad el sueño de cada lector o
mejor dicho lectora porque la realidad era así, el sueño de cada uno cuando
terminas el libro lo primero que deseas es volver realidad aquel libro con la
que te desvelaste y con la pasaste tus ojos por horas incontables oliendo el
delicioso olor de un libro nuevo. Ni se diga de los escritores, oír el del
teclado frente a la pantalla creando e imaginando, la mejor música que se pueda
escuchar de inspiración. Mientras el sonar de teclado empieza, podrías ver como
cada personaje sale colocándose a tu lado y dictándote al oído cada
acontecimiento de la historia, eso es lo mejor que podría pasar, pero no
sucede…. Oh, vaya. Claro que sí y lo estoy viviendo gustosamente.
Suspiró e
inspiró palabra para enunciarla. Acercándose a mí y levantando mi rostro con
sus dedos cálidos. Clavándome su mirada penetrante haciéndome sentir deseada.
―Estaré aquí
para ti, para tu inspiración. Mi querida Kristen―musitó.
CONTINUARÁ